Libro "En busca del Alfajor Perdido" de Facundo Calabro, el Catador de Alfajores: mi crítica

Pasó mucho tiempo y lo conté muchas veces pero me siguen preguntando como arrancó este blog. Todo esto de "hablar de alfajores" comenzó medio de casualidad, casi como un chiste. Una noche junto a amigos salió hablar de alfajores y de ahí me quedó dando vuelta la idea luego de pensar "cualquiera puede hablar de alfajores" o más bien "cualquiera que haya vivido suficiente tiempo en Argentina, puede hablar de alfajores". 

Luego de un tiempo las casualidades o causalidades me llevaron a leer un artículo de un "sommelier" de vinos, en la que el tipo hablaba de las notas a menta, frutillas con crema y vizcacha en escabeche que tenía un vino fino que costaba 200 dólares. Y claro ¿quién le iba a decir a este tipo que todo eso era una mentira? ¿alguien estaba dispuesto a pagar 200 dólares una botella y espetarle en la cara que todo eso era un verso? El tipo podría haber dicho lo que quería (incluso que el vino tenía sabor a alfajor) y muy pocos humanos lo hubieran podido contradecir.

Enseguida el concepto de "sommelier" me hizo ruido. Parecía estar reservado a una casta, un grupo selecto, una parte ínfima de la humanidad, dueña de los medios necesarios para acceder a cosas caras y decir lo que quiera en una revista porque "con plata cualquiera es sommelier". Y ahí aparece en mi mente por contraposición una figura "popular", por así decirlo, y dije "tengo que inventar el sommelier de alfajores", algo que cualquiera puede comprar y hablar, y por lo tanto generar un verdadero diálogo, frente a la irresoluble y endogámica relación que tienen los "verdaderos" sommeliers frente a sus objetos de estudio, que suelen ser caros, escasos y por ende, elitistas. 

Un alfajor. Claro. De eso se trata. Hablar sobre alfajores. No quería ser un sommelier o un catador. Quería ser un "Lord". una figura de la aristocracia, pero que hable de cosas del pueblo, como los alfajores. Venía arrastrando el "Lord" por mi nick en redes sociales, "Lord Khyron", un personaje de la serie Robotech. Si, esa serie que pasaba canal 9 de Buenos Aires, la que los "verdaderos otakus" llaman Macross y odian y desdeñan por ser un frankestein de 3 series inventado por Carl Macek para que la pacata tv norteamericana de los 80 permita pasar a los chicos. 

Para hacerla corta, empecé a escribir sobre alfajores allá por el año 2007, me empezaron a llamar de radios (sobre todo AM, por alguna razón me convertí en material ideal de esa frecuencia que en el siglo XXI se sigue escuchando como si fuera 1960), podcasts, revistas, me mandaron alfajores, me mencionaban en diarios....etc. Hasta que un día apareció alguien diciéndome por mis redes sociales "che, alguien te está copiando". Otros me dijeron "mirá, uno que te afana", y así. Me pasaban links de un chico, alguien con la mitad de mi edad, que decía ser "Catador de Alfajores" y que llamó la atención de nada más y nada menos que Clarín. 

Con una mezcla de curiosidad (y para qué negarlo, algo de indignación), me dirigí a la nota, la leí y enseguida me di cuenta de que no había nada con qué enojarse. Al contrario. Empecé a alegrarme, enorgullecerme, al darme cuenta de que sin querer, lo mío, que empezó como un chiste, influyó tanto en alguien. Ese alguien se llama Facundo Calabró. No pasó mucho luego de esta nota que el propio Facundo me contactó, y empezamos a hablar. Y encontré una persona no solo muy creativa, además agradecida. Facundo hizo varias menciones de mi blog en la nota a Clarín, y en las subsiguientes,  que sin embargo desaparecieron por arte de magia, o por capricho de los editores. 

Luego de eso Facundo, en su primer blog llamado "El Alfajor Perdido", me dedicó toda una nota titulada "el alfajómano originario", en la que dice que yo me cuento "entre las grandes glorias que signaron la Internet, entre los visionarios intrépidos que traspasando fronteras instauraron nuevas posibilidades de expresión.". Está claro que Facundo no vino a copiar, plagiar, o tratar de pasar por encima a nadie. Facundo vino a sumar. 




Vino a hacer bandera eso que tantas veces dije en las primeras reviews de mi blog: "todos somos alfajómanos". Y mientras más seamos, mejor. Y mientras más opiniones haya, mejor vamos a poder analizar el fenómeno. Nos conocimos en persona, nos abrazamos y charlamos. "Podría ser mi hijo" pensé, cuando yo tenía 42 y el 20. Salvo por la altura, claro. Sus 30 cm extra de altura marcan que claramente no podría haber sido un descendiente mío.

Facundo Calabro (que logró reinventarse y dar vuelta por las redes con el pseudónimo "Catador de Alfajores") no dejó de sorprenderme con su estilo y su talento para escribir. Incluso con su bravura, la de desafiar ciertas ideas impuestas y hablar sin miedo de supuestos "intocables" dentro del mundo de los alfajores. Pero la sorpresa mayor llegó a principios del 2020 cuando anunció con total desparpajo que había escrito un libro llamado "En busca del Alfajor Perdido". Lo mantuvo en total secreto, y en un gesto de absoluta nobleza, me lo envió para que lo tenga, lo lea y lo atesore. 



Y claro que lo leí. Que digo leer. Lo "devoré". Y con un gusto como el que hace mucho no sentía con un libro, similar al que sentí cuando leí el libro de Jorge D'Agostini "Alfajor Argentino, historia de un ícono".  En su libro Facundo se dedicó a analizar y revisionar con un nivel de detalle y precisión que asombra, la historia de los alfajores argentinos, desde sus borrosos orígenes árabes, hasta las cuestiones históricas, económicas y fortuitas que hicieron que la Argentina se convierta en la tierra de los alfajores por antonomasia. 

El estilo de escritura de Facundo es elegante, complejo y plagado de florituras, no hechas por el solo hecho de "escribir bien", sino que surgen de una forma personal y apasionada de no escatimar palabras para hablar de algo de lo que sabe y ama, y se nota. Cada página destila amor alfajómano y pasión por el detalle, por el análisis de las circunstancias y situaciones que llevaron a que comer un alfajor haya dejado de ser solo eso y sea considerado un objeto de estudio sociológico. 






Facundo no se quedó solo con investigar profundamente en una multitud de fuentes escritas: también se entrevistó con figuras claves de la industria y estuvo presente en muchos eventos relacionados. Es por eso que gracias a su trabajo podemos tener una gran cantidad de testimonios de personajes involucrados directamente en la creación de alfajores como Cachafaz, Capitán del Espacio, Havanna y Jorgito. Esto lo hace sin duda un libro imprescindible para todo el que ama la repostería en general y los alfajores en particular.

Como dije, Facundo no ahorra palabras. Al contrario, se despacha a gusto y escribe tanto como puede de lo que le apasiona, por lo que no hay fotos, apenas unas pequeñas pero muy elegantes ilustraciones intercaladas y representaciones de las marcas líderes del gusto argentino alfajómano. Porque este libro dista mucho de esos "libros objeto" en los que hay fotos vistosas y pequeños pies de página. Este es un libro hecho y derecho, una enciclopedia alfajómana, ideal como material de consulta. Una "alfajopedia" casi les diría. 


Y si encima, en el medio de esas idas y vueltas históricas que conforman el tejido social y mitológico que hicieron grandes a las marcas más conocidas, se me menciona como referente en más de una ocasión, no puedo menos que emocionarme. Sin querer, y de forma fortuita, Facundo y yo somos parte de la historia alfajómana. En 200 años, si alguien investiga del tema, es muy probable que alguno de nosotros aparezca en alguna entrada de lo que sea la Internet de entonces, quizás como anécdota, quizás como referencia. Mindblowing. 



No les voy a mentir: yo también tuve hace unos años la idea de hace un libro. Incluso llegué a hablar con una amiga que escribe muy bien para que me ayude. Llegué a hacer un panel en Trello y asignar tareas para empezar. Pero la paternidad, la edad, la falta de tiempo y para qué mentir, la pereza, hicieron que quedara en un proyecto. Ese libro no sería nunca realidad. Y de haber llegado a hacer mi propio libro, nunca hubiera llegado al nivel de detalle y elegancia de Facundo, porque simplemente a mí me gusta escribir sobre alfajores, de una forma breve y casi burlona. La investigación, pura y dura, esa que supo manejar Calabró, no es para mí. 

Mis reviews comenzaron plagadas de chistes y referencias a lo Capusotto porque nunca pensé en que se convirtiera en algo más que eso. Facundo Calabró dio unos cuantos pasos más allá (un viaje a velocidad luz les diría) e hizo del análisis de alfajores un arte, una auténtica profesión, un sacerdocio. Su libro es un manual y una carta de amor al producto que denominamos alfajor, y a la vez una mirada crítica y por momentos ácida a los que manejan el negocio en la actualidad o supieron hacerlo en otras épocas.


Yo pude haber sido por muchos años el "Lord de los Alfajores", o como el mismo autor del libro dijo de mí en algún momento "el alfajómano original". Pero gracias a este libro y su talento y humildad Facundo Calabró sin duda se convirtió por derecho y merito propio en el primer y verdadero "Catador de Alfajores".

Lo mejor: todo. Imprescindible lectura para los amantes de los alfajores y la repostería. 

Lo peor: que no lo haya escrito yo. 


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